lunes, 22 de mayo de 2017

Palabras de Alejandro a su madre, Isabel Escudero, en el homenaje.


Buenas noches pueblo de Quintana de la Serena.

Querido pueblo que mi madre, Isabel Escudero, vio al nacer exactamente un día como hoy del pasado siglo.
Donde pasó su infancia, ese terreno eterno, donde la realidad y el sueño conforman la horma de cada ser, patrimonio de todas las personas, de todas las culturas.

Seré breve, pero antes de nada, quiero dar gracias de todo corazón a la Asociación Cultural de Quintana de la Serena “Una piedra sobre otra” promotora de este acto, a Francisco Manzano, a Victoriano Rodríguez y al resto de compañeros.

Gracias A Dinah Salama por hacer un cartel tan hermoso para este acto y gracias a Antonio Calderón por coordinarlo todo.
A Quesía , artista y casi ahijada de mi madre, la hija que nunca tuvo, que con su sensibilidad extraordinaria cantará a continuación.

También quiero agradecer a todos los familiares y amigos que han venido desde Campanario y desde Madrid para honrar su memoria.

Por último gracias al excelentísimo ayuntamiento de Quintana de la Serena por apoyar este acto homenaje, 

Decía Borges,

No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las personas que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados…”

No creo que haya mejor definición para Isabel Escudero Ríos. Extremeña, hija de maestros extremeños. Mis querido abuelos.  

Ella fue una madre amorosa, como todas las madres cuidó de nosotros hasta el último aliento, pero también bogó en las aguas del conocimiento y el arte. De todo arte. Escribió sobre la realidad que se esconde debajo de las cosas aparentes. Viajo y conoció el mundo, luchó contra la injusticia y la estupidez, contra el estado, la cultura oficial, el capital y la falsa idea de futuro que nos venden.

Lucho contra la muerte.

Reivindicó la verdad. Que no es la verdad de unos ni de otros, si no la voz del pueblo. La voz que no tiene nombre pero dice verdad. Buscó en definitiva, siempre distinguir las voces de los ecos, como decía su muy querido Antonio Machado.

Y lo hizo todo a pleno pulmón, con una intensidad propia del que no tiene miedo a la vida.

Mi madre, pese a ser profesora de la universidad, pese a haber estudiado y en su caso seguido saberes y corrientes filosóficas, educativas y literarias del orbe entero, y sobre todo quedándose de todo ello solo con aquello que traspasaba el alma y el pensamiento, siempre llevo prendido en su corazón un gracejo especial, una semilla plantada en su que hacer que hacía fácil saber su procedencia.

Este remoto saber local tan propio de las comunidades de la serena. Ese saber decir las cosas entredichas, contándolas y cantándolas. Conservó hasta al final esa mirada infantil de niña de pueblo, jugando asombrada con la naturaleza cambiante de las personas, del tiempo y de las cosas, incluso con su propio irse de entre nosotros.

Isabel era contraría a los nacionalismos porque era un ser universal. Desdeñaba las banderas. Sabía que los mismos circunloquios del lenguaje que intentan explicar nuestro paso por el mundo se dan en Japón, Francia o aquí. Y en cualquier época. Que los anhelos, las alegrías y la penas son universales.

Pero siempre, repito, llevó prendido en el pecho ese alfiler, esa cicatriz en el carácter, la marca de niña hija de maestros rurales que con una mano escribía la letra española . Esa que dictaban en las escuelas y que era limpia , fija y daba esplendor, y con la otra acariciaba mastines, jugaba al trompo o cazaba ranas en esta buena tierra.

Hoy mi madre se sentiría en casa. Porque este pueblo y el vecino Campanario lo eran. Con sus gentes, con sus antepasados de los que ya forma parte, en vuestros ojos cuando leéis como propios sus libros, en vuestras gargantas que harán vuestras sus versos, en las calles de cal agostadas, en las canteras, en las encinas y los humedales, en la pizarra que corta el viento que puntualmente viene de Portugal, en las tardes eternas de agosto, en los pozos, las viñas, en el triángulo que forma las cigüeñas en este cielo llano, en la llamada cíclica de los campanarios..

Que calle pues mi voz y sea la vuestra la que cante y cuente la obra de Isabel, esa hija de este pueblo, esa niña eterna.


Muchas gracias

miércoles, 3 de mayo de 2017

Homenaje Isabel Escudero

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